A unos hombres innombrables, no son reales como eran, pero son muy parecidos . Era diciembre, el Chumpipe, subía “la cuestona” de la Colonia La Chacra y luego caminaba por el bulevar del ejército a las 3 am para llegar a “la Tiendona”, al puesto de verduras donde ayudaba a Doña Cristi a cargar los sacos de papas o de güisquiles que vendía al por mayor a compradores matutinos. Él era el cargador de bultos principal, luego estaba Jonathan, mejor conocido como el Sapo, quien se encargaba de las cajas de tomate y de chiles verdes. Doña Cristi les decía “hijos”, de puro cariño, pues era una mujer sola, con dinero y por lo tanto con poder en ese mercado de mayoristas. A sus 46 años usaba los jeans bien ajustados, los prefería decorados para que combinaran con su delantal de encajes y sus blusas habitualmente escotadas, donde se apretujaban y relucían sus vo...
A usted Los hombres equivocados juran tormentas. Abrazan peces invisibles en mentiras sublimes. Hieren con las hojas de cartas que nunca envían. Muerden la nostalgia de los relojes cansados y son erráticos en todo, menos en la noria dan vueltas sobre el mismo punto de sus ancestros. Jamás reconocen su vacío, su sed o su hambre les abrazas y te queman con ternura, te aúllan te idolatran cual flor de loto pero los pierdes, se enfrían, te regalan té te regalan flores inútiles, te dicen otra clase de mentiras similares a una excusa dada a la asistente de un médico te regalan rosas que un perro terminará destrozando te ven a lo...