A Soledad,
Antonieta y Carolina por su paciencia.
“Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios”
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios”
Alejandra Pizarnik
I
Desde
todas la muertes
una
mano extendida sobre la piel
aúlla
como mi sombra.
Descubro,
a pesar del frío,
la
caricia y el vuelo
sobre
los nudos de mi libertad.
Me
viste el ruido de las edades
me
viste la canción trémula de los años
me
viste el amor que regalo en flores nocturnas,
me
viste todo lo que vuela y cae siempre
por
la atracción secreta del fuego.
II
He
regalado mi dentadura
mis
besos mortales
mis
cabellos enredados y con olor a humo
mis
manos indiscretas y mi poca seriedad
a
la colección de horas sobre tristes calendarios.
He
escrito muchas canciones
poemas,
cartas, cuentos
y
debajo de la piel
también
escribo, a veces
con
la angustia de la certeza sobre la duda.
Así,
irracional o libélula me he cansado
y
vuelvo sobre mi desnudez
y
me relamo como una gata parda
como
una perra que vagabundea sobre el mundo
y
descubro que soy algo más que carne
y
algo más que risas, emociones y olvidos de alquiler.
Ello
podría explicar las equis marcadas sobre mi rostro
ello
podría explicar el silencio que llueve sobre el libro que no termina.
III
En
el frío se quemaron los antiguos dioses
esos
que eran hombres y mujeres
esos
que exigían del corazón y el pedernal
un
eterno pasadizo de la sed sobre la piedra.
Mi
sacrificio es ahora
el
eterno vuelo en el mar de los sueños
el
eterno grito por las mujeres de fuego
el
eterno caminar sobre la línea inexacta
el eterno nomadismo del corazón sobre los lunares
que
vamos amando, sin importar el sexo
la
temporalidad o la máquina que fabrica los límites.
IV
Elegimos,
no
ser musas de aire o ventisca
elegimos
ser todo
elegimos
ser rocas, tierra, espinas, tormenta
elegimos
la libertad que nos viste desde el nacimiento
nadie
nos negará el derecho a la danza
donde
nuestras piernas son las agujas
de
un universo girando en sentido contrario
a
la ilusión de los misterios del otro mundo
donde
las bestias juegan a intentar detenernos.
V
Se
equivocan
como
siempre
las
buenas intenciones no fraguan sobre la brújula
las
buenas intenciones de los honorables
siempre
habrán de tener un espacio
en
los huecos donde duerme la inoficiosa mentira:
que
la vida se decide afuera
que
la sangre debe continuar una ignominia.
VI
El
movimiento de los astros
la luz que llega desde una luna rota
el silencio de las noches de verano,
donde
no hay más frío físico o elemental
el
aullido de los perros en las esquinas muertas
el
maullido de los gatos con hambre sobre las casas abandonadas
todo
cuanto pueda ser una verdad
todo
cuanto pueda ser un acertijo del vacío
todo
lo que sobra y todo lo que falte
siempre
habrá de ser un sueño que amanece
con
la mirada que damos a los seres
o
con el golpe de corazón sobre las cosas que nos queman
–sí,
las cosas- y la ausencia de unos ojos doliendo sobre los hombros.
VII
Me
gusta decir la verdad
aún
a pesar de los miedos
aún
a pesar del peso que las verdades tengan.
Pero
siempre miento
aunque
duela mi odio a la mentira
y
siempre quemo mis naves
con
la cínica mirada en mi desvarío
y
los pájaros en la piel que me revolotean
hasta terminar con mi racional tempestad de a
ratos.
VIII
Se
puede querer y no querer
-como
solía decir mi padre-
se
puede sacrificar o no la juventud por un buen sueño
-como
solía decir mi madre-
se
puede jugar a estar ciego
o
a gritar desde el silencio
se
puede decir que el cielo es un vidrio
roto
ventana
que oscurece con la lluvia
pero
no se puede jugar
al
golpe o la herida
eso
no puede escribirse sobre papel
que
sirva para llorar con la sombra de unos grillos
o
con la lluvia de telón incierto
el
golpe o la herida
se
deben quemar sobre piedras
sin
la misericordia
y
sin las excusas
que
puedan valer o pesar sobre los espejos
si
los ojos aún ven
habrá que mirar
y
si la boca aún habla
habrá
que decir con la fuerza necesaria
para
quebrar los techos que haya que quebrar.
IX
El
abrazo extendido
el
gesto de unos ojos que reclaman el pan
el
sueño inundando los arcoíris sin temor al odio
el
ruido de los pies sobre una carrera horizontal
donde
somos todas
donde
caemos, regresamos y volvemos con un vuelo.
Allí
donde crecen con uñas las heridas
y
donde se duermen con labios los recuerdos
vamos
a encontrar girasoles
caracolas, hormigas, y plumas
haremos
un altar con la memoria
sobre
la sangre que nos falta.
Haremos
un altar con nuestros rostros
y
seremos un gran torbellino
sobre
la ciudad de las mentiras
sobre
la noche que no deja ver nuevos soles
sobre
la oscuridad que encarcela lunas
y
tendremos por estrellas nuestros nombres
porque
nacimos de una danza con el universo.