A usted
Los hombres equivocados juran tormentas.
Abrazan peces invisibles en mentiras sublimes.
Hieren con las hojas de cartas que nunca envían.
Muerden la nostalgia de los relojes cansados
y son erráticos en todo, menos en la noria
dan vueltas sobre el mismo punto de sus ancestros.
Jamás reconocen su vacío, su sed o su hambre
les abrazas y te queman con ternura, te aúllan
te idolatran cual flor de loto
pero los pierdes, se enfrían, te regalan té
te regalan flores inútiles, te dicen otra clase de mentiras
similares a una excusa dada a la asistente de un médico
te regalan rosas que un perro terminará destrozando
te ven a los ojos con enormes dudas del mañana
y se abrigan en su frío de hombres sin suerte
de hombres amoldados al ser de sus ancestros
mientras vos, asumís culpas, juicios, sentencias
y todo funciona como la fotografía de un cristal
frágil, lentamente desquebrajados, con el corazón
lleno de números, deudas, venganzas, vituperios.
Es lógico, los hombres equivocados detienen el tiempo.
Te lo quitan, te hacen retroceder por instantes de luz
y luego te dicen un secreto: ellos están rotos, muy rotos.
y tú también lo estás. Pero no es momento te dices.
Y te levantas de la arena, te sacudes el polvito
Buscas la salida. Un espejo, una carta o una canción.
Y te das cuenta del error. Corres. Respiras.
Sigues tu error o te cansas y lo besas con la razón
con los ojos tiernos, con la sonrisa de quien aprende:
Dos rotos no van entender nunca nada,
Y rompen a un tercero. Lloras.