Tú, que en el corazón de las
muchachas enciendes
El culto por las llagas y el
amor a los harapos
¡Oh Satán, ten piedad de mi enorme miseria!
Charles Baudelaire
Llagas
Apenas empieza la lluvia
emerge del miedo
un suicida que viene rodando
desde mi corazón.
Como una bola sucia
que alguien tiró una mañana;
y luego olvidó llamar al
animal
que debía recogerla.
Rayos,
tormentas de infierno, ecos
y colores de tempestad que muerden mi boca, cuando el recuento de
sombras
se vuelve un estallido
del destino sin tu cuerpo.
Me tiendo sobre el piso
y espero ver por entre las ventanas
una mano gris que me diga adiós:
nunca aparece.
No sé quién soy,
quizás una rabia
olvidada
o un perro que olvida.
Adentro
Las curiosas entrañas
de la malabarista que soy
se huelgan en su sorna,
porque lloro por una espalda
anidada en mis uñas
como sed.
Poemas
Materias muertas sobre la lágrima,
la música sigue su curso en
los días del fuego
y ella camina desnuda por la capital del insomnio.
Hacia semáforos oxidados por el frío
camina una mujer que abriga
tu nombre
como un recién nacido que
murió sonriendo.
Los hombres giran en derredor
de su epilepsia.
El amor, solo eso, un cuerpo
sin máscara,
un bullicio interminable
y ella camina desnuda por la capital del insomnio.
Mi
lengua
Aún espero
que te derrumbes
sobre el altar
de nuestros cuerpos
que juegan a ser serpientes.
Sobre espinas
la piel sigue
su ritmo.
Angustiado
tu
corazón
duerme su siesta.
Existen
habitaciones que nos conocen
más que nosotros mismos.
Porque el deseo se termina
sobre el jabón de una ducha
pero el olor a tardes que
derrumban templos
sigue en mis manos
y en las tuyas
que hoy maquillan tu horrible
soledad.
Aún espero que te derrumbes poco a poco.
Mientras afuera llueve.
tu razón, mi lengua
las gotas saladas de una
lluvia como sangre
nos limpian de nosotros mismos.
Y aunque ahora te extrañe
como a un fuego donde quemé
las horas ésta que te escribe
es otra,
dedicada a tu recuerdo;
pero sin el sobresalto que enumeraba
tus retratos desnudos sobre el pasto.
A
lo mejor me cuesta
“Que hay unos negros amores, amores que
envenenan
que
privan los espíritus, que turban las conciencias,
que muerden si acarician, que cuando miran
queman.
que dan dolor de rabia, que manchan y que
afrentan.
Más vale morir de frío
que calentarme en su hoguera"
Rosalía de Castro
Llegué temprano al lugar
donde lo enterramos:
las mismas personas los
mismos gustos las botellas,
el tema aquel
los hombres que no lloran y
los juegos de siempre.
La fantasía, la anestesia y el polvo gris sobre el mundo.
A lo mejor me cuesta aceptar
la niebla el mundo en tu nombre
lo que sea este mal sueño
rompiendo relojes cada atardecer.
Llegué temprano al lugar
donde lo enterramos:
las mismas personas los
mismos gustos.
Vi tres sombrillas sobre una
pared blanca,
y empecé a llorar sobre la mesa nunca supe por
qué.
La soledad de sombrillas que
mienten
me acusa de mis propias mentiras.
Se destiñe el amor sobre la
ropa húmeda
y los ojos con sus tremendos
infinitos vuelan sobre las cosas buscando el silencio. Miento, buscando tu
corazón
en alguna sombra y no encuentran sino una cebolla.
Inviernos
Entonces
llovía y tu nombre apareció sobre el agua
y
los dedos húmedos escribían canciones para tus ojos
y te
creía un lucero
y te amaba al alba.
La
enfermedad nos mató una mañana de un jueves.
Mi
versión
Mortal contradictorio: cierro esta carta
aquí,
este jueves atlántico, sin Júpiter ni
estrella.
Carta para volvernos a ver
Gonzalo
Rojas
Tengo frío el corazón
como mis pies a media noche,
guardo en mi pelo húmedos
secretos:
los labios llenos de un “tú”
que es más una legión.
Sé gritar el placer
pero no sé soportar el fuego
y ahora todos los venenos
vendrán por mi herida.