Cerca del Mercado Central un cuerpo era reconocido por
agentes de la Cruz Verde. Apenas y
había salido el sol, la multitud de agolpaba en una masa pegajosa de un lado a
otro. Mujeres con los comprados colgando
del brazo. Motociclistas intrépidos compitiendo con carros intempestivos, humo,
rostros de jóvenes somnolientos y la
vida fluyendo como todos los días, también la muerte.
Un hombre semidesnudo que gritaba vituperios a los transeúntes revisaba
la basura a un costado de la macabra
escena del cuerpo cubierto por una sábana.
“Vaya quítate de aquí, loco pendejo” dijo un hombre que
pasaba con su bolsón minúsculo sobre la espalda. Como
cerca estaba la parada de autobús de la ruta cinco, muchos hombres
jóvenes esperaban que llegara un automotor vacío o al menos un poco vacío.
Antes que ningún automotor apareciera, dos carros patrullas y
un camión uniformados llegaban al
lugar. El loco que buscaba entre la
basura enfocó sus vituperios contra los
uniformados. Pero estos le ignoraban.
Estaba enfocados en su objetivo específico
de ese día: la cuota. Los uniformado
detuvieron a todos los hombres jóvenes que encontraron. Los arrodillaron y
pedían sus documentos. Uno de ellos argumentaba que ya era tarde y que lo
esperaban en su trabajo. Media hora más
tarde, un camión llegó para subir a más de 15 personas detenidas. En ese momento el loco de la basura también se
fue a colocar en la fila para subir al camión.
“ No, vos no” le dijo la autoridad.
El loco se reía y jugaba con la muerte o su suerte o lo que
fuera, pues simulaba disparar con su dedo índice, mientras les decía que a
todos los iban a matar. Los uniformados se
mostraban serios, atroces, con alma de hierro. La mañana seguía su curso. A la una de la
tarde Medicina legal reconocía el cuerpo cubierto con la sábana. El loco seguía
en su afán de encontrar comida en la basura. Los uniformados regresaban al
mismo lugar para provisionarse con su cuota vespertina.