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Poesía

Historia del sudor
I
Tengo dos pulmones que se agotan
salto al día como un huevo.
El deseo es una náusea.
II
La piel es papel
que se acaba
se desgasta
de escribir por vos
tantas mentiras.
III
Una hora tiene sus funerales
hay algunas muecas de llanto
un adiós sordo
y pluvial.
IV
Enumeración de vocativos,
alcantarillas,
autobuses,
anteojos,
vino en la cartera,
cartas sucias y limpias para la colección de las horas,
llaves,
calendarios,
libros de la Generación del 27.
Razón.
V
El sudor es un poema en tus cartas;
está en la espera loca de estos silencios que llueven tu perfume,
en el suicidio que hago de tus voces sobre mis libros,
en la necesidad niña de olvidar la luna con tu rostro.
VI
Y seguís
hasta la hora del sol último,
siendo la pupila por donde conocí el universo y sus bestias,
mi violencia que descubrí en vos
y en la danza de los rencores.
Pero como todo es un proceso de aterrizajes y martirios;
aquí me despido
mi niño loco
purísimo.


Memorias y estados de una cabra loca
Sucumbe mi posibilidad de ser octubre.
Quisiera ser un pájaro gris
o el ronquido de los enormes búfalos
en la selva africana. Solo un ruido.
Olvidarme de los muertos de ayer
y los de hoy. Sacar el alma y arrugarla
como papel para lanzarla al cesto de la basura.
Como ese poema que era una carta.
Me voy a morir.
A lo mejor el domingo.
A lo mejor un día en que todo parezca posible.
Y tomaré un autobús al otro lado. ¿Dónde?
Nihilismo II 
Yo no escribo poemas sociales
porque lo que llamamos "sociales"
es sólo una tópica paliza a tu ojo derecho,
 a tu cerebro blanco,
a tus manos envejecidas por el sol.
La poesía no es social, de amor,
¡Vamos! Eso suena a: separe su razón
separe las piernas
separe la angustia
separe la mierda que le duele
de eso que es utopía, límpida impoluta
¡Y todo eso es putrefacción!
¡Y uno no separa sus miedos de la gangrena que le amputa el alma!
¡Y uno no tiene una palabra vestida de guerrilla y de energúmena dialéctica!
¡ Y uno dice que su sangre es bella, mientras el amor enfermo nos acribilla
 cual veneno mordaz de un siglo violado!
 La locura no nos salva de olvidarnos.
Post nihilismo mágico
Tres amores tuve,
se fueron todos por la alcantarilla.
Tres amores tengo,
aunque me sangre los oídos,
viajando en el terco espacio
rondando por las calles de siempre
con los zapatos tiempo,
extraviada de Dios
camisas perdidas en un andén;
y para colmo el cigarro apagado
y para colmo mi madre contándome los días.

Tres besos
amuletos, páginas, libros, cartas,
degolladura de mi pájaro favorito
salpicadura de ceniza en las vértebras.
Volcán volviendo verde al viento.
Tres comedias
de esas que se lloran,
cuando la eternidad no es nada
Solo un no quedarse en la misma trama.
Tres amores.
Quizás. Eso no se sabe

Sordideces de un amor muerto

I
Y el amor apestaba a muerto.
Los efluvios de la tempestad lo descongelaban.
Y un corazón aun lleno de sangre
se abría como fruta podrida
y dejaba ver su última acrobacia.

Saber que ojos y besos
como ríos corren tras una luna
y se esparcen por los campos,
como cenizas infantiles
de un muerto que amó tanto.

Yo amé tanto,
pero el amor apestaba
como mi piel podrida
de llanto y oscuridad.

II
Infernales
cual voraces fieras
destrozamos la poca virtud
de quien nos amó alguna vez,
de quien creyera en nosotros,
y nos dejamos arrancar la piel
y nos sacrificamos por un amanecer.
Infernales cruzamos
el pecho de los guerreros muertos
y nos encendimos
como locomotoras con esquizofrenia.

III
Grité
dije tu nombre treinta y cinco veces,
sólo me escuchó el perro de esa calle
en la que una vez tu fantasma me lamiera las heridas.

Grité
desamarré locas
reunidas en una casa
coleccionistas de sombrillas herrumbrosas
y las dejé gritar conmigo.

Grité
y tras la muerte solo tú
y los muertos, dos fantasmas
del amor muerto.

IV
Escarbar y encontrar sangre.
Escarbar en el pecho y encontrar transistores.
Escarbar en la piel de los brazos y hallar letras de metal.
Escarbar en tus ojos inservibles
y encontrar fotografías del amor muerto.

Mujer limpia

Soy
la que abre las piernas al ritmo del sol,
la que duerme sentada entre íncubos.
Las miradas fugaces del camino me desnudan
muero por los marineros que no llegan a mi puerto
y tapan sus oídos a lo lejos.

A mí no miran las campanas
y los ángeles vomitan sobre mí sus cánticos de alianza.

Soy
la mujer de cabellos fijos
en la nada abierta y sublime.
La más libre de las usanzas
ha sitiado a mis ninfas de bajo corazón.

Soy
la perfumada por los besos de Adán,
la hoja caída que duele.

Me gusta deslizarme entre espinas
hablar con lobos
esconderme de las límpidas corrientes de leche
que corren detrás de la pálidas princesas
para volverlas perras sin cueva después del cénit.

No pretendo que me persigan las avispas,
ni los gatos de negras orejas.

Yo llamo a los seguidores de Príapo.

Amo a las criaturas viriles
que son violentas como el rayo
los pechos pavorosos que no tienen destino
los rostros de expulsados ángeles.

Soy
la perdida mujer en las rojas aguas del Eros.

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