Tendencia
I
La soledad como cualquier otra
enfermedad me tiende un puente
Mitigo la música de sombras que
deambulan por la luz de un hueco que olvidé cerrar
La lengua se atora en una manera
crepuscular de intentar el grito
Por todos los vacíos y los
abismos
Por todos los huesos y los ojos desorbitados
Por esa palabra que no se sabe
traducir a ningún idioma
Y hoy es un himno al estropajo de
los dioses a media tarde
Espaldas que llegan tarde
Piernas, efímeros retratos de una
mujer que juega comerse sus entumecidas manos
Grifos abiertos, gemidos
Lamentos de un hombre orgiástico
a quien amé como colibrí
Venenos, últimas voces del tedio
en los vagones imaginarios
De mi tren golondrina que
atraviesa membranas grises
La soledad como cualquier otra
estupidez recoge mis pedacitos
Y se los tira a un sol imperfecto
y pusilánime
Y rompo la tarde
Y rompo la nada con la otra nada
que me devuelve al vicio
Las palabras que muerden. La
soledad y su perro desangrado esperando por mí.
II
No hablaré de payasos que alquilan su cuerpo para amanecer
en la luz sonriendo.
Quizás su terrible soborno a nuestros egos
radica en su maquillaje fantástico
su paraguas de arcoíris y zapatillas rojas.
No hablaré de payasos,
eso ya no hace falta.
Hablaré de la sangre y de mis silencios colgando como
calcetines inmundos.
¿A quién diablos le hace falta hablar de esos payasos que
lloran?
Porque lo terrible nace cada día en la sombra
mi enfermedad
color de manzana y de
flores de primavera
es luego una jarra con ceniza. Me inventé la muerte de un
avión
Me inventé la luz que nunca palpitó en las antorchas para
ser libres de culpa.
Está bien. Digamos que admito tengo un problema serio:
consiste en derramar el café sobre páginas que recuperan
poemas estúpidos
y además, en relatar con algo de ironía la fe con que
desdeño los finales.
Me pasa también,
que me hace falta una buena razón para terminar una novela.
Esa es la verdad
necesito un zapato que tenga el tamaño de mi corazón
para que me odies aún más.
Me importa mucho acabar con tus ángeles fisgoneando mi
comida.
Entiéndelo de una buena vez:
¡Tengo una terrible
sed que timonea sobre el vacío!
Mutación
No conocía del humo
Blanco, sangre de la luz que ilumina toda la piel
No conocía del llanto que
inunda los labios
No conocía de las bestias y sus
muecas.
Blanco y rojo el cielo
Mutación
Efervescencia de los dedos
No conocía de mí
De mis cosas rondando el suicidio
gota a gota
Lápices, tijeras, plumas,
zapatos, carteras, lentes, relojes
La gota final procede del viento
Y soy centro
Hundiéndose
Sombrilla sin motivos que finge
su utilidad.
Script
I
Dormir con la búsqueda
de otro ser
de otro cuerpo que se fuga.
Imaginar que es un estribillo
nuestra sangre derramada
por todos los rayos de la tempestad
para evitar la insomne mentira
de los Ángeles aterrizando
sobre el cuerpo mutilado.
Dormir como una mujer duerme
besando el universo con su lengua
arrullando los silencios con su mano
Dormir
o ser un pájaro
nocturno
que se fuga de la jaula
para tener un romance con un caballo.
II
III
IV
Los
niños abandonan sus ruletas de la suerte
cometen
el error imperdonable de mirar hacia el cielo
y
escribir cartas abiertas
que
leerán mañana y les darán vergüenza.
Los
niñas nacen con la rosa de mármol agrietada por espíritus
la
traen en el pecho, simulando ser un
amuleto para el terror de las noches
Seres
con rostros de pan y olor a ventisca
vuelven
sobre las mariposas perdidas
a
llorar y pedir perdón, aunque no hayan sido los asesinos de nada o nadie.
Ellos,
Erasmistas
sacuden
estelas minerales por la herida de su propio nacimiento.
Un
ángel infeliz me ruega un abrazo
colgado
de un cielo falso
mientras
escribo sobre los niños que mienten y parpadean.
y
no estoy dispuesta a dárselo.
V
Entender el mundo con la cosquilla,
con el sueño a las tres de la tarde,
con la insomne manera
de vestirme cuando marcho de un sitio a
otro,
con mi hambre,
con la sed de beber todo lo que toco y alzando vuelo como quimera;
entenderte a vos,
pasajero de la
lluvia,
que mirás entre las hojas mi cuerpo de harpía que nunca
descansa.
Entender lo que significa una tarde ruidosa
en una soledad intermitente de ventanas.
Entender. A secas.
Alcanzar ese otro estado para que uno deje su forma de
animal nocturno
y pueda una mano bondadosa acariciarme el rostro sin
reprochar el abismo.
VI
muestra sus inmaculados cabellos